lunes, 5 de febrero de 2007

La soledad y la distancia hacia las cosas

Puedo extender mis brazos
y acariciar el vértice de mi mesa de luz,
el borde biselado del espejo,
las redondas almohadas,
las lámparas azules de la cómoda,
incluso el techo abovedado de mi cuarto.

Puedo llegar casi sin esfuerzo
al tocador de madera brillante,
a los perfumes
alineados sobre el pequeño baúl de trastos viejos.

La soledad es alcanzarlo todo:
el perchero,
las sillas,
el pequeño escritorio,
las alfombras,
aún el ala derecha de mi cama vacía.

Es extenderme a todos los rincones,
a todos los recodos
sin encontrar tu cuerpo
ocupando su parte.

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